A través de la historia, el cáncer ha sido una causa importante de muerte. Su frecuencia y forma ha cambiado a medida que la humanidad avanza en los ámbitos industrial y tecnológico. Aunque la frecuencia de algunas formas de cáncer ha disminuido dramáticamente (en las naciones desarrolladas) durante el siglo XX, la incidencia de otras formas se ha incrementado. En la medida que la industrialización ha proliferado, también lo han hecho las causas sospechosas de cáncer. En años recientes la lista se ha llenado de peligros relacionados con las conveniencias de una vida moderna. Desde los fármacos hasta los teléfonos celulares.

Uno de los principales interrogantes del cáncer ha sido entender el proceso de transformación maligna de las células. Existen dos hipótesis principales que tratan de explicar las bases genéticas de este fenómeno. Una de ellas supone que el cáncer se puede deber a la acumulación de mutaciones somáticas, de modo que los fenotipos cancerosos más extremos serían el resultado de una serie progresiva de mutaciones. La segunda hipótesis sostiene que la mayoría de los cánceres pueden originarse por la inserción de material genético nuevo. Como consecuencia de la infección de células normales por virus tumorales.